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Osvaldo Soriano debutó en la literatura en el año 1973, precisamente con Triste, solitario y final. Tenía entonces treinta años y trabajaba en el periódico La Opinión. Si bien esa primera novela le demostró su capacidad para la ficción y lo alentó para definir su vocación de escritor, Soriano no se apartó nunca del oficio periodístico, aunque los años atenuaron la intensidad y la urgencia de la redacción diaria. Como lo ha contado su propio autor en repetidas ocasiones, esta primera novela nació del cariño y de la admiración que le despertaron en su infancia el Gordo y el Flaco, los personajes cómicos que encarnaban en la ficción los actores Oliver Hardy y Stan Laurel. Soriano era un entusiasta seguidor de los más de doscientos cortometrajes que protagonizaron. En el centro de una narración -a veces calma y nostálgica y otras alocada y vertiginosa- aparece el deseo de restitución de la dignidad a esos dos hombres simples tempranamente desplazados por la industria del cine. Pero también crea un mundo propio, muy tierno y a la vez grotesco, en el que los personajes de ficción y los ‘reales’ se pasean por la ciudad de Los Angeles.

Triste, solitario y final - Osvaldo Soriano

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Osvaldo Soriano debutó en la literatura en el año 1973, precisamente con Triste, solitario y final. Tenía entonces treinta años y trabajaba en el periódico La Opinión. Si bien esa primera novela le demostró su capacidad para la ficción y lo alentó para definir su vocación de escritor, Soriano no se apartó nunca del oficio periodístico, aunque los años atenuaron la intensidad y la urgencia de la redacción diaria. Como lo ha contado su propio autor en repetidas ocasiones, esta primera novela nació del cariño y de la admiración que le despertaron en su infancia el Gordo y el Flaco, los personajes cómicos que encarnaban en la ficción los actores Oliver Hardy y Stan Laurel. Soriano era un entusiasta seguidor de los más de doscientos cortometrajes que protagonizaron. En el centro de una narración -a veces calma y nostálgica y otras alocada y vertiginosa- aparece el deseo de restitución de la dignidad a esos dos hombres simples tempranamente desplazados por la industria del cine. Pero también crea un mundo propio, muy tierno y a la vez grotesco, en el que los personajes de ficción y los ‘reales’ se pasean por la ciudad de Los Angeles.

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